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Crisis entre Israel e Irán: Lo que se sabe hasta ahora sobre los ataques

Nota: Las opiniones expresadas en este texto son de exclusiva responsabilidad del autor y no reflejan necesariamente la posición de este sitio web.


Ilustración: Lincoln Agnew
Ilustración: Lincoln Agnew

El 13 de junio de 2025, las tensiones entre Israel e Irán alcanzaron un nuevo nivel de gravedad, con acciones militares directas, intercambios de amenazas y movimientos diplomáticos intensos. El conflicto, que ya se venía desarrollando a lo largo de los años en múltiples frentes, incluyendo la guerra en Siria, ciberataques y sabotajes, se volvió más explícito con acciones ofensivas en el territorio iraní.


El episodio más significativo ocurrió con la revelación de que Israel realizó ataques con misiles contra objetivos en el centro de Irán. La respuesta de Irán llegó en forma de múltiples explosiones en la provincia de Isfahan, que alberga una de las principales instalaciones nucleares del país. Aunque los medios estatales iraníes inicialmente minimizaron los daños, fuentes independientes indicaron que instalaciones militares y nucleares podrían haber sido alcanzadas, lo que representaría una escalada significativa. El gobierno iraní declaró que la mayoría de los misiles fueron interceptados y buscó transmitir que no se había dañado ninguna infraestructura crítica, pero reiteró su mensaje de retaliación contra Israel.


La comunidad internacional se movilizó rápidamente. Estados Unidos, a pesar de ser un aliado histórico de Israel, pidió moderación y reiteró que no estaba involucrado en las acciones ofensivas. El gobierno de Trump, presionado por la necesidad de mantener cierta estabilidad en Oriente Medio, trató de distanciarse de la iniciativa israelí. Al mismo tiempo, países como Brasil, Francia, Alemania, Reino Unido y China expresaron preocupación por la posibilidad de una guerra abierta. China, en particular, condenó los ataques israelíes con vehemencia y pidió una reunión de emergencia en el Consejo de Seguridad de la ONU, instando a la “responsabilidad y moderación de todas las partes”.


Las acciones israelíes parecen haber sido calibradas para atacar objetivos militares y simbólicos sin provocar una guerra total. Los expertos sugieren que el objetivo era debilitar el programa nuclear iraní y enviar un mensaje de fuerza, especialmente después del lanzamiento de misiles por parte de Irán meses antes, los cuales también representaron un desafío sin precedentes a la superioridad militar israelí en la región. Al mismo tiempo, Irán intenta mantener su imagen de resistencia sin desatar una guerra a gran escala, dada su situación económica interna y el temor de perder apoyo internacional.


El Ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Seyed Abbas Araghchi, reaccionó inmediatamente en los canales diplomáticos. Envío una carta oficial al Consejo de Seguridad de la ONU denunciando los ataques como una agresión deliberada contra su soberanía y exigiendo una respuesta internacional contundente. En el documento, el Ministro de Relaciones Exteriores clasificó los bombardeos como “violaciones flagrantes del derecho internacional” y advirtió que Teherán ejercería su “derecho inalienable a la autodefensa”, señalando que el país se está preparando para una retaliación proporcional. La diplomacia iraní también acusó a Estados Unidos de complicidad, considerando a Washington un “patrocinador directo” de la agresión.


El contenido de la carta revela tanto la postura legal de Irán como la gravedad que el régimen atribuye al ataque. La mención a la violación del artículo 2(4) de la Carta de la ONU, que prohíbe el uso de la fuerza contra la integridad territorial de los Estados miembros, refuerza la estrategia iraní de buscar respaldo legal y diplomático, mientras también sostiene su legitimidad para reaccionar militarmente bajo el artículo 51 (derecho a la autodefensa).


Internamente, Irán ahora enfrenta una presión doble: preservar la imagen de fuerza y soberanía del régimen mientras evita una guerra en múltiples frentes que podría desestabilizar aún más al país, ya debilitado económicamente. La retórica de la carta, firme y calculada a la vez, sugiere que la respuesta iraní podría ser calibrada para evitar una escalada directa con Israel o un enfrentamiento con los EE. UU.


En el ámbito internacional, el Consejo de Seguridad de la ONU fue convocado en una sesión de emergencia, pero permanece paralizado debido a las divisiones entre las grandes potencias. La posibilidad de una resolución que condene a Israel fue inmediatamente bloqueada por la expectativa de un veto por parte de Estados Unidos, lo que socava cualquier acción efectiva del órgano y resalta los límites del multilateralismo en conflictos que involucran a aliados estratégicos con poder de veto.


Por el lado estadounidense, el presidente Donald Trump adoptó una postura ambigua y escalatoria. En una publicación en Truth Social, afirmó que Irán aún tiene “tiempo para evitar una masacre,” instando a Teherán a firmar un acuerdo sobre su programa nuclear. La amenaza velada (“simplemente háganlo, antes de que sea demasiado tarde”) se suma a la retórica belicosa que caracteriza su política exterior, sugiriendo que los EE. UU. apoyarían nuevos ataques si Irán no retrocede. Al mismo tiempo, Trump intenta presentarse como una figura de presión diplomática, utilizando el conflicto como palanca para reanudar las negociaciones nucleares en sus propios términos.


Esta combinación de acciones militares, amenazas diplomáticas y presión internacional perfila un escenario altamente volátil. Por ahora, la crisis se está gestionando con cautela militar, pero con una retórica cada vez más radicalizada, lo que aumenta los riesgos de un error de cálculo por parte de ambos lados. Oriente Medio se encuentra, una vez más, en una encrucijada entre una posible normalización de las tensiones y el estallido de un conflicto regional de proporciones impredecibles. La evolución de los próximos días dependerá de la capacidad de los actores involucrados, en especial los Estados Unidos, Israel, Irán y actores regionales como Hezbollah, para contener los impulsos de escalada y preservar los canales diplomáticos. Sin embargo, a medida que el Consejo de Seguridad permanece impotente y la retórica agresiva predomina, crece la incertidumbre sobre el desenlace de esta crisis.

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